

Como mi espíritu anda libremente, desde que se le soltaron las cadenas de la obediencia hacia unos deberes que conculcaban unos derechos inherentes a la vida y sobre los que tenía que apechugar para pervivir en ambientes no muy dados a la bondad, ha proseguido su libre andar para profundizar más en los conocimientos de nuestra tierra, de nuestras barriadas, de nuestra gente…
Como ahora corresponde recorrer la barriada de San Amaro y sacar un análisis detallado de su situación actual y su gente, en la manera de mis posibilidades, comenzamos esta serie por ella.
¿Por qué el nombre de San Amaro?
No dispongo de datos fiables del porqué darle ese nombre a un parque y a una barriada que existen en Ceuta desde mediados del siglo XVII, aunque el parque no fue construido hasta comienzos del siglo XIX.
Como quiera que podemos conocer la leyenda de San Amaro a través de unas crónicas, que son más una leyenda que un hecho cierto, no vienen indicaciones de su paso por nuestra ciudad y ello redunda en las verdaderas razones del porqué de ese toponimo.
San Amaro fue un abad y navegante que según la tradición realizó un ajetreado viaje por mar hasta el Paraíso Terrenal, en el que, atravesando el Mediterráneo, protagonizó con sus compañeros innumerables aventuras.
Existen dos personajes históricos que pudieron servir de base para el mito: Uno de ellos fue un penitente francés del mismo nombre que en el siglo XIII peregrinó a Santiago de Compostela y que a su vuelta se estableció en Burgos, donde llegó a fundar un hospital para leprosos. El otro candidato es San Mauro de Anjou, discípulo de San Benito de Nursia, y que fundó el primer monasterio benedictino de la historia de Francia.
Sea como fuere, en torno a la figura del Amaro histórico se aglutinaron toda una serie de tradiciones paganas cristianizadas presentes en Galicia y Asturias, relacionadas con los “immrama” (viajes a las islas paradisíacas del Occidente) irlandeses, y que enlazan la historia de este santo con la de abades de otros países del Arco Atlántico como San Brandán, así como con mitos paganos de los que los viajes de Máel Dúin y Bran mac Febal constituyen buenos ejemplos.
Aún hoy es venerado en multitud de ermitas en el Noroeste de España: Un concejo gallego de la provincia de Orense así como una pequeña población del concejo de Castrillón (Asturias) llevan su nombre. Además de dar nombre a una de las barriadas de la Ciudad Autónoma de Ceuta.
Según nos relatan las crónicas, San Amaro era un noble pío de Asia que vivía obsesionado con la idea de visitar el Paraíso Terrenal. Con este fin, preguntaba a todos sus huéspedes sobre la manera más adecuada de llegar a él. Al no recibir una respuesta satisfactoria se abandonó a la desesperación y al llanto, hasta que una noche Dios se le apareció y le reveló cómo alcanzar su objetivo: Construyendo una barca y siguiendo con ella el caminar del Sol a través del “Mare Nostrum” hasta el mar de las Atlántidas.
Habiéndose lanzado al mar, navegó durante siete días y siete noches hasta que llegó a la Tierra Desierta. Era ésta un país ubérrimo que contaba con cinco ciudades habitadas por hombres toscos y horribles y mujeres muy hermosas. Después de haber pasado seis meses en esta tierra una voz le exhortó en sueños a abandonar esta tierra maldita por Dios.
Una vez partieron de la isla, navegaron durante mucho tiempo sin saber dónde estaban hasta que divisaron unos barcos que creyeron que podrían auxiliarles. Pero cuál sería su sorpresa que cuando arribaron a las naves se las encontraron invadidas por monstruos que se llevaban los cadáveres a las profundidades: Habían llegado al Mar Cuajado. Amaro no supo en ese momento cómo salir del trance, pero entonces se le apareció en una visión una mujer que, acompañada por otras doncellas, le dice que han de vertir el contenido de los odres de vino y aceite al mar, y tras ello han de llenarlos de aire. Así hicieron los monjes y el barco logró salir del Mar Cuajado.
Tres días después arriban a la Tierra Desierta, habitada por bestias salvajes y hostiles hacia los hombres. Allí se encuentran a un ermitaño que les dice que la vida en la isla es casi imposible debido que las bestias que allí viven se aniquilan en combate el día de San Juan, persistiendo el hedor de sus cadáveres durante todo el año. El ermitaño les abastece de todo lo que necesitan y les encomienda marchar hacia Oriente, donde hay una tierra muy hermosa que satisfará todas sus necesidades.
Partieron hacia aquel lugar el día siguiente y llegaron a su destino a la hora sexta (las tres de la tarde). Se encontraron ante un hermoso monasterio llamado Valdeflores, del que salió a recibirlos un monje de pelo cano llamado Leónites. Éste comunica a Amaro que había recibido noticias de su llegada a través de una visión, y tras ello le da instrucciones sobre cómo llegar al Paraíso Terrenal: Dirigiéndose con su barca hacia un puerto donde deberá permanecer un mes, tras lo cual se dirigirá a un valle extenso y escarpado, donde alcanzará lo que desea. Tras concluir su charla Leónites se echa a llorar, lamentando haber encontrado al hombre que más quería en este mundo y que ahora le va a abandonar. Pero en ese momento llega Baralides, una mujer de vida santa que regala a Leónites una rama del árbol del conforte que es, junto con el árbol del amor dulce, uno de los dos árboles del Paraíso Terrenal. Con ello Leónites queda consolado.
San Amaro se dirigió al lugar indicado por Leonites, donde permaneció un mes. Una vez transcurrido este tiempo abandonó a sus compañeros y se dirigió hacia el ansiado Valle. Tras buscar durante dos días alcanza un monasterio femenino situado en una cumbre y que se llamaba Flor de Dueñas. Allí había llegado unos días antes Baralides, que tenía costumbre comulgar con las hermanas en la Pascua de Resurrección, en la de Navidad y en la de Cinquesma. El santo permaneció en aquel lugar durante 17 días en los que recibió instrucciones de Baralides para llegar al Paraíso Terrenal.
Al fin, ambos partieron hacia aquel lugar, y tras a travésar una amplia sierra llegaron a los confines del Paraíso Terrenal. Allí San Amaro recibió un hábito blanco, elaborado por Brígida, sobrina de Baralides que vivía en el Paraíso Terrenal. En ese momento, Amaro se despidió de Baralides y se avanzó en solitario por la ribera del Paraíso.
Lo que vio no pudo ser más deslumbrante: Ante él se elevaba un enorme castillo construido con piedras y metales preciosos, con almenas de oro y torres de rubí así como muros multicolores cuyos ladrillos unas veces eran blancos y otras de colores zafiro y esmeralda. Amaro se acercó a la entrada y repicó en la puerta. En ese momento el portero del castillo le dice que lo que tiene ante sus ojos es el Paraíso Terrenal, y como ser humano tiene prohibida la entrada. El santo le rogó que le dejase siquiera contemplarlo un instante a través de la hendidura de la llave.
El centinela accedió y ante los ojos de Amaro se mostraron todas las maravillas del Paraíso: Vio el árbol del que comió Adán así como verdes praderas donde imperaba una primavera eterna y de las que emanaba un olor delicioso. Vio así mismo árboles enormes cuyas copas no podían verse y en los que se posaban pájaros cuyo cantar era tan sugestivo que si se les escuchara durante mil años parecería un día. Por todos sitios deambulaban muchachos con instrumentos cuya música era indescriptible, así como bellas doncellas ataviadas con guirnaldas y vestidos blancos que andaban en torno a la más hermosa de ellas, la Virgen María.
San Amaro ruega entonces al centinela que le deje entrar. El portero, sin embargo, le reitera la prohibición y le dice que durante su breve visión habían transcurrido 300 años. Amaro regresa entonces al puerto donde había dejado a sus compañeros y cuál fue su sorpresa que encontró una ciudad que llevaba su nombre. Tras contarles su historia, los lugareños le reconocieron y le construyeron una casa al lado del monasterio de Valdeflores, donde vivió unos años hasta que falleció. Fue enterrado junto a Baralides y su sobrina, Brígida.
Hasta aquí lo que podemos conocer de ese beato que osa poner su nombre a un parque. El Parque de San Amaro es un jardín público existente ya a comienzos del siglo XIX. Era la parte final de un paseo que venía desde las antiguas Balsas, donde hoy se sitúa el Hospital del Insalud, y servía para subir a la ermita de San Antonio.
Situado al borde de la mencionada playa, fue construido en la segunda mitad del siglo XVII el castillo de San Amaro durante el mandato de D. Sebastián González de Andía, Marqués de Valparaíso, quien gobernó la plaza de Ceuta desde 1.692 a 1.695. Con posterioridad entre 1.707 y 1.714 se hicieron importantes reformas y se instaló una poderosa batería de costa.
El principal mérito de esta fortificación, radica en que está situada en el mismo lugar por el que, una mañana de agosto de 1.415, desembarcaran las tropas de la armada portuguesa que D. Juan I fletara en Lisboa para la conquista de Ceuta, poniendo fin, setenta y siete años antes de la toma de Granada por los Reyes Católicos, a la dominación musulmana de la ciudad.
Lamentablemente, no existe en el lugar la menor constancia de tan importante acontecimiento histórico, por cuanto fue invadido por viviendas y construcciones de destrozaron su entorno.
Hoy en día, el antiguo castillo, se supone que contenía la ermita de San Amaro, presenta un estado tan lamentable que muestra a las claras el poco interés de nuestras autoridades hacia la conservación de nuestra historia.
La barriada de San Amaro, poco más al sur de la ubicación del castillo y dentro del área de influencia de la empresa Ducar, presenta un aspecto de barriada abandonada a la mano de Dios, o de Alá como Vds. quieran.
Construcciones de dudosa legalidad dominan la mayor parte de la barriada en la que destaca la antigua casa cuartel de la Guardia Civil y los edificios del Grupo La Lealtad con aspecto lastimoso, propio de países del Este en época comunista. Existen dos inmensas naves con aspecto de estar totalmente abandonadas e innumerables locales levantados al buen tuntún que son utilizados como garajes.
El comienzo de la barriada está dominado por el solar del antiguo Parque de Artillería hoy en demolición y la avenida de San Amaro flanqueada en su lado mar por casas de una sola planta tras las cuales se desarrolla el comienzo del muelle Alfau.
Detrás de la Ducar, en dirección al parque, existen construcciones que se pueden clasificar sin error como del tercer mundo. Construcciones a retazos con pintas de barracas levantadas por los zíngaros en un caos de utilización del terreno.
Lo peor de todo es la parte correspondiente a los alrededores del antiguo castillo, hoy habitado por familias que utilizan la antigua terraza o patio de armas, como tendedero de ropa puesta a secar, que está invadida por viviendas construidas sin planos ni soportes legales obligatorios. Casi a ras de agua.
¿Existe un Plan de Ordenación Urbana? ¿No contempla la recuperación de esta barriada? La ubicación de la zona es idónea para construir un futuro basado en el turismo y que de alas a la economía local… comenzando con el traslado de la Ducar a terrenos ganados al mar o alejados del núcleo urbano que no impliquen un peligroso punto de inflexión en la seguridad de la ciudad y sus habitantes.
Otro detalle, puede que se me haya pasado desapercibido, es que sus calles y callejuelas carecen de nombre… ¿no lo merecen?
Recuperemos por lo menos la antigua ermita de San Amaro y su castillo. Sería una de las perlas de nuestra ciudad, que de paso recuperaría la denominación de Perla del Mediterráneo con razón.